Texto de "La Celestina"

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SEMPRONIO: ¿No has leído al filósofo donde dice: «Así como la materia apetece a la formaf así la mujer al varón»?
CALISTO: Oh, triste, ¿y cuándo veré yo eso entre mí y Melibea?
SEMPRONIO: Posible es; y aún que la aborrezcas, cuanto ahora la amas, podrá ser1 alcanzándola y viéndola con otros ojos, libres del engaño en que ahora estás
CALISTO: ¿Con qué ojos?
SEMPRONIO: Con ojos claros
CALISTO: Y ahora, ¿con qué la veo?
SEMPRONIO: Con ojos de aumento, con que lo poco parece mucho y lo pequeño grande. Y porque no te desesperes, yo quiero tomar esta empresa de cumplir tu deseo
CALISTO: iOh, Dios te dé lo que deseas! ¡Qué glorioso me es oírte, aunque no espero que lo has de hacer!
SEMPRONIO: Antes lo haré cierto
CALISTO: Dios te consuele. El jubón de seda y oro que ayer vestí, Sempronio, vístelo tú.
SEMPRONJO: Prospérete Dios por éste
[HABLANDO APARTE] y por muchos más, que me darás. De la burla yo me llevo lo mejor. Con todo, si de estos aguijones me da, se la traeré hasta la cama. iBueno ando! Hácelo esto, que me dio mi amo: que, sin regalo, imposible es que se haga ninguna cosa.
CALISTO: No seas ahora negligente.
SEMPRONIO: No lo seas tú, que imposible es hacer siervo diligente el amo perezoso.
CAUSTO: ¿Cómo has pensado de hacer esta piedad?
SEMPRONIO: Yo te lo diré. Hace mucho tiempo que conozco en fin de esta vecindad una vieja barbuda que se dice Celestina, hechicera, astuta, sagaz en cuantas maldades hay; entiendo que pasan de oinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad. A las duras peñas promoverá y provocará a lujuria si quiere.
CALISTO: ¿Podríala yo hablar?
SFMPRONIO: Yo te la traeré hasta acá; por eso, aparéjate, séle gracioso, séle generoso; piensa1 mientras voy yo, la forma de contarle tu pena tan bien como ella te dará el remedio.
CAUSTO: ¿Y tardas?
SEMPRONIO: Ya voy; quede Dios contigo.
CALISTO: Y contigo vaya. ¡Oh, todopoderoso, perdurable Dios! Tú que guías los perdidos y a los Reyes de Oriente por la estrella precedente trajiste a Belén, y a su patria los hiciste volver, humildemente te ruego que guíes a mi Sempronio, de manera que convierta mi pena y tristeza en gozo, y yo, indigno, merezca llegar al deseado fin.